Salía de la urna y leía un largo documento
acerca de la vida, la muerte, el consumo y culminaba cuestionando a quienes estaban
ahí divirtiéndose mientras en el mundo pasaban cosas. Ese montaje lo hicimos en
una quinta en El Paraíso, el año 1970, participaron más de 500 personas. Fue la
culminación de una serie de “fiestas espectáculo”, como las llamábamos, en las
cuales se procuraba hacer un ambiente bien sabroso para luego interrumpirlas y
dar algún mensaje.
Ayer despedimos a Carlucho,
protagonista de ese montaje, fue el muerto de aquel momento, pero ahora se fue
de verdad, sin que interrumpiéramos ninguna fiesta, solo nos interrumpió la
emoción de culminar una fase de un proyecto que estamos asesorando, para
acompañar a sus hijos en la despedida.
Calos Sánchez, ingeniero, el
flaco Carlucho, el amigo con quien organizamos los grupos que, en el período
del cierre de la UCV, impulsamos para hacer Happening, organizar conciertos o
recorrer varias ciudades para tomar fotos y hacer actos de protesta contra el
hambre y la muerte de niños en el mundo.
La dinámica de la vida nos aparta
de amigos entrañables como lo fue Carlucho, compañero de aventuras como esos
grupos que hacían y cambiaban de nombre en cada acto. Entre esas experiencias organizamos
el grupo “Azucar”, cuyo periódico se equiparo a los que circulaban del Poder
Joven. Carlucho, aparte de escribir con un estilo muy característico, reseñaba
detalles de la cotidianidad y la actividad del grupo. También era el Capitán
del equipo de volibol y con ese equipo jugamos en el campeonato “Papelon Borges”,
organizado por las Federación de Juntas del Norte de Caracas. Creíamos que podíamos
aportar algo a ese movimiento de jóvenes que pretendía cambiar el mundo y buscábamos
llevar el mensaje a muchas partes, con la música, el teatro, el cine y hasta el
deporte.
Teníamos además un grupo de cinéfilos
que nos reuníamos en la esquina de El Misterio, al lado del Panteón Nacional, éramos
frecuentes del cine Roma, el cual quedaba frente a la Cadena Capriles. Pero
también íbamos a la Cinemateca Nacional y cuando era tarde nos reuníamos en el
carro del flaco para ir a cualquier cine auto. Vicente, el doctor Reyes, Laura
y otros tantos formábamos esa especie de cineclub portátil cuya programación dirigía
Carlucho.
Con Carlucho y Alexis Pérez Luna,
organizamos una gira por diferentes barrios y lugares del interior del país
tomando fotos-testimonio de niños hambrientos, la cual culmino en un
concierto-exposición en el Aula Magna que se llamó “Las tres cuartas partes de
los niños del Mundo”. Conciertos que también organizamos, junto a Victor Cuica
y el negro Maggi, en el Teatro Alcazar y la Facultad de Farmacia de la UCV.
Pero el recuerdo más importante para
mí, de todas las experiencias que inventamos con Carlucho fue la de las fiestas
espectáculo. Todo comenzó con un amigo de Carlucho que tenía una casa en Sabana
Grande y que luego de que no pudimos tener bastante público en el concierto
descarga del teatro Alcazar, (fueron
solo músicos de muchas orquestas y solo ellos lo disfrutaron). Inventamos hacer
cosas más controladas, tal y como sugería este amigo, para lo cual nos prestaba
su casa vacía que quedaba en Sabana Grande.
La fiesta la diseño Carlucho para
demostrar la manipulación de la sociedad hacia la gente. El primer día tampoco
fue mucha gente. Pero los que la disfrutaron sugirieron que debíamos repetir la
experiencia. Entonces les propusimos que se responsabilizaran de traer
invitados y nosotros la repetiríamos al día siguiente. Así fue, la repetimos
con muchas personas y de allí en adelante nos acompañaron varios de los asistentes
para hacer más de esas cosas. Por cierto que allí se conocieron Laura y Carlucho,
pareja fundamental del grupo, de cuya relación nació Libertad Sánchez.
Y así como de esa experiencia de
Sabana Grande nacieron las “fiestas espectáculo”, de otra actividad
experimental surgió el abordaje de las plazas y lugares públicos en donde
estuviera la gente. Dijimos “si la gente no viene a nosotros, nosotros vamos a
ella”. Así que cuando descubrimos que un pan gigante llamaba la atención,
mandamos a hacer uno, lo más grande que cupiera en el horno de la panadería y
nos fuimos a recorrer las playas para hablar del hambre.
Creció el grupo y no paramos de
hacer e inventar cosas porque Carlucho
era así, creativo, siempre preocupado por hacer algo para cambiar el mundo. Una
fiesta que siempre me marco fue la que inventamos basada en la Era de Acuario. Estaba
de moda la canción y se iniciaba en esa época la era que traería paz.
Conseguimos una quinta en los lados de La Mariposa y Carlucho me presento a una
belleza que sería Acuario: Elba Cruz, realmente bella, estudiante de comunicación, (de la cual me
enamore de inmediato): La idea era que la maldad (la injusticia, la guerra,
etc) la secuestraría y el público la rescataría. Fue hermoso el montaje.
Sábados y domingos salíamos en la
camioneta pickup de Pernía y en el carro de Carlucho. Llevábamos equipos para
montar lo que fuera: fiestas en el barrio o happening. Victor Cuica, William
Lopez, factores relevantes de esas experiencias, junto al grupo Metamorfosis:
Augusto Dugarte, Cesar, Alberto, Ina y otros con quienes aprendimos de teatro,
expresión corporal, etc.
Luego de un tiempo de “gitanismo”,
decidimos cambiar la estrategia y volver a nuestro barrio para concentrar allí la
actividad. Es de donde surge la idea de crear el grupo Azucar. El Azúcar formó
parte de un circuito de deportes, cine, política y acción social; cuya principal
actividad giraba alrededor del periódico. Tanto fue el impacto que nos
incluyeron en la revista que se consideraba era directa de la CIA: “Este y
Oeste”, como un grupo más peligroso que los otros que hacían periódicos en esa época,
porque nosotros nos identificábamos con nuestros nombres mientras que los demás
eran anónimos. Quizás eso influyo en que la DISIP no buscara y al salir de una
reunión nos llevaran presos a 15. Carlucho en ese tiempo estaba viviendo y
trabajando en La Victoria y se salvó de ir preso porque se fue antes para tomar
el transporte a tiempo.
El muerto que represento Carlucho fue en la última
fiesta que organizamos. William López había conseguido nos prestaran una quinta
de fiestas en El Paraiso, para hacer una fiesta en grande. Con esa idea comenzamos
a armar el proyecto que se basó en un poema de Carlos Augusto León acerca de la
muerte. Construimos una urna y estuvimos ensayando en el espacio que nos
prestaba Levy Rossel. En medio de la fiesta y luego de una asalto para quemar
el dinero, aparecía el entierro de cuya urna salía un muerto a leer un discurso
en contra de la indiferencia y llamando a hacer algo por la vida en un mundo
mejor.
Ahora hacen falta nuevos
Carluchos, muchos Carluchos, para cambiar la sociedad acompañados por los
cantos de “Vamos a darle un chance a la Paz” y “no quiero este sistema no
quiero nada con doña pena”