La mañana comienza a transcurrir
aceleradamente. La rutina domina mi ambiente. El tiempo para el hacer, antes de
salir, transcurre rápido. Aún no estoy listo, falta poco. Un movimiento allá
afuera en la calle llama mi atención. Veo por la ventana una gran manifestación.
Franelas de diversos colores adornan los espacios. Un poco más allá se aprecian
varios autobuses. Mucha gente. Muevo mi disco duro y mi cerebro no encuentra
referencia de que se trata. Nada me indica cual evento los mueve. Solo veo
mucha gente. Hace pocos días vi una entrada electoral a la ciudad del capitán-candidato,
eran muchos guardaespaldas, carros oficiales, (la segunda de él que veía en poco
tiempo). Pero esta que veo ahora a través de la ventana no es igual, no hay
tanto color rojo ni vehículos oficiales. El color del primer grupo o cabeza de
la manifestación me confunde, mucho amarillo, veo atrás, en la extensa masa
humana, muchos otros colores. No creo que sea la oposición. Por lo menos no
recuerdo haber visto convocatoria alguna. Las banderas son extrañas y las
pancartas, por la distancia, no logro definir de qué tratan.
De pronto me viene la locha, como quien dice: si
siguen avanzando pronto se va armar una tranca padre y el chamo no llegará al
colegio. Muévanse digo. En menos de diez minutos estamos cruzando el umbral del
punto de encuentro. Aun así el primer lote ya había cruzado, sin tranca alguna,
con un orden poco visto en estos casos. Van pasando coordinadamente. El semáforo
en rojo me permite apreciar mejor las pancartas, son imágenes de vírgenes lo que
llevan. Son congregaciones no sé de qué y vienen de diversas partes del
país.
Logro llegar a tiempo al
colegio y me devuelvo para trabajar en
casa. Han pasado unos cuarenta minutos y estoy de nuevo en el lugar de cruce.
Todavía siguen pasando los peregrinos, miembros de cofradía, hijos de María o
no sé qué, lo que fuesen, son muchos. Me sorprende una movilización tan grande.
Se dirigen al Estadio…van alegres, con franelas nuevas, todos muy limpiecitos.
Llevan lo que mamá llamaba avíos, es decir cosas para la merienda o el
almuerzo, cavas, termos, etc. Sombreros para el sol. Se nota que van a pasar
todo el día en su actividad, quizás oyendo la palabra de quien sabe que iglesia. Pienso en la fuerza de la fe. No se ven como
rostros en crisis. Sonríen. No hay angustia en sus rostros.
Vuelvo a mis estudios de movilización
y recuerdo que para el éxito debe haber fe (porque mueve montañas). La fe se
construye con confianza. Un “creo en ti” o en “ustedes” y “me emociona luchar
por lo mío. Por lo que nos interesa. Me veo acompañado de otros en esa
esperanza y me entusiasmo por ir en busca de ese objetivo”.
La capacidad de movilizar tiene
que ver con la emoción y como dice Bernardo Toro: “la razón controla, la pasión
mueve”. Movilizar voluntades, no manipular ni chantajear, requiere de querer y
el querer depende de la confianza, de la identificación con el objetivo común.
Eso se pierde como se pierde un capital, si se mal administra la esperanza, si se
dilapida la relación.
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