Hace pocos días escribía acerca de los avances de la estrategia de no violencia para producir el cambio deseado en Venezuela, allí manifestaba como la presión con respaldo internacional podía generar cambios en el escenario político que favoreciera soluciones menos traumáticas que las de una guerra. Sin embargo no se ha comprendido que las acciones de este carácter son en muchos casos lentas, sobretodo cuando hay sectores dispuestos a llevar las cosas hasta las ultimas consecuencias sin importar el número de victimas que las vías rápidas suelen traer. Y peor aún, a veces esa velocidad hace que los resultados esperados sean mucho mas lejanos y el sacrificio de la vida cotidiana sea peor.
Para ayudar a comprender los ritmos que tiene esta
estrategia, recorramos lo que se esta planteando en el panorama nacional. Por
una parte se compara el escenario de una intervención militar como algo
inminente y necesario. Bajo el argumento de que no se puede actuar de forma
pacifica en contra de gente sin escrúpulos, pues se trata de asesinos
habituales, por tanto no se puede luchar con banderas y cohetes. Por otra
parte, frente llamar a terceros para resolver el asunto, surgen argumentos
nacionalistas y patrióticos que acuden al sentimiento anti-imperialista, no
sólo de gente de acá sino incluso en países y movimientos internacionales.
Las consecuencias de una intervención militar
pueden ser llevarnos por largo rato a una situación peor de la que estamos
viviendo. Imagínense lo siguiente: la coalición de países desaloja en una
acción rápida a los grupos del poder. Hay escaramuzas y unos cuantos muertos.
Las fuerzas gubernamentales se convierten en oposición y grupos radicales
inician luchas en calles y barrios, montañas y bosques.
Ya en los años sesenta en la peor de las
condiciones de la izquierda venezolana habiendo sido derrotados en varios
terrenos, la izquierda le declara la guerra al imperialismo yankee y
desarrollan una serie de atentados a empresas como SEARS, secuestraron a un
miembro de la misión norteamericana (Smolen), pusieron bombas en la sede de la
embajada, atacaron instalaciones de las empresas petroleras ya que estas eran
extranjeras (Creole, Shell,etc), volaron oleoductos. Y si ahora además cuentan
con la alianza de grupos armados de Colombia, expertos en atentados que vuelan
oleoductos y ponen bombas en medio de las ciudades sin importarles las
victimas. Y que también los llamados colectivos accedan y usen cohetes
antitanques y misiles de mano. Probablemente la inseguridad de carreteras y transportes pasaría del miedo al robo al
temor de una bomba. Es decir, no tendríamos paz por mucho tiempo.
Me dirán que esos argumentos favorecen al gobierno
y niegan la acción liberadora. Utilizar esto asusta y por eso lo hace el
gobierno, pero no se puede dejar de pensar en ello y así lo ha hecho el grupo
de Lima desde el principio oponiéndose a una invasión y proponiendo salidas
pacificas. Pues resulta que escenarios como esos están sobre la mesa de estudio
de los aliados internacionales y posiblemente otros escenarios que pueden
dibujar peores situaciones con base en lo que digan los servicios de
inteligencia. Algunos de estos escenarios los debe de tener preparados la fuerza armada para
ponerlos en marcha como parte de la llamada “guerra prolongada”. Pues bien, lo
menos que quieren los aliados internacionales es que se prolongue y empeore la
cosa en Venezuela. No quieren un remedio que sea peor que la enfermedad y les
salpique a sus países haciendo realidad aquella consigna de la Tricontinental
de los 60, lanzada por el Che: “Hay que crear un, dos, tres Vietnam”.
Por eso en la coalición internacional de aliados
apostaron a la estrategia de incidir en las decisiones de los militares
nacionales para que ellos evitaran la guerra y sacaran a Maduro. Cuestión que
sigue jugando un papel importante en la solución manteniendo la presión, las
sanciones y las amenazas antes que una bota extranjera o un misil toque tierra
venezolana.
De acuerdo a mi apreciación, con la escasa
información que yo pueda tener, en este momento se mueven las relaciones
internacionales dando paso a la salida electoral negociada como la posible.
Ello puede verse en las declaraciones del Grupo de Cooperación Internacional en
donde están Uruguay y la Unión Europea. Demostración de ello son las mas recientes
declaraciones del Ministro de la Defensa de Brasil negando la intervención militar, mientras que el
Grupo de Lima ratifica su oposición a esa salida. Todo ello hace mas creíble
que hay reuniones procurando que el gobierno y la oposición venezolana acepten
unas elecciones.
En tanto el “madurismo” en el poder da patadas de
ahogado, no se rinde a pesar de que le aprietan la soga para que aparte de
tragar agua se asfixie. Mientras negociaciones van y vienen antes de echar tiros. Y es que hay algo que hacen los
militares para resolver asuntos bélicos entre ellos, se trata de “contar los
cañones” así, de acuerdo con la suma de fuerzas, decidir si se enfrentan o no.
En Venezuela lo vivimos en el golpe del 2002 cuando arreglaron el retorno de
Chavez luego de llamadas y conteo. “Cuantas divisiones tiene el Papa” es una
frase famosa del dictador Stalin.
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