Viendo en la televisión venezolana un programa
nocturno acerca de la sexualidad (con Guillermo Tell), tuve la oportunidad de escuchar a
una escritora cuando explicaba como le afectaba a las mujeres la crianza como
princesitas pues ello conllevaba a la espera de un príncipe azul,
distorsionando de esa manera el mundo real para percibirlo entonces como Disney
lo enseña. “Toda mujer es en el fondo una princesa a la espera de un
príncipe azul” y eso produce
infelicidad, insatisfacción, baja autoestima “porque los príncipes no existen
sino en las películas y los cuentos”. (“Licuadora de mujeres” Lissett Van Der
Biest).
En un comentario sobre la película Tres Bellezas, de
Carlos Caridad 2014, leo que la actriz Fabiola
Arace “está convencida de ser una suerte
de princesa Disney sin ningún temor al ridículo y sin hacer de la comedia
algo obvio”. Y días después en el canal Disney, en un programa donde una pareja
de jóvenes juega y canta, la joven dice que a ella lo que mas le gusta en la
vida son los perros y el joven le pregunta “¿por encima de las princesitas?.
Desde hace
tiempo me pregunto porque tantos mensajes a través de diversos medios se mueven
en esos parámetros. Y es que el mundo Disney como buena parte del mundo de la
cultura occidental narrada por diversos medios, gira alrededor de una
estructura de imágenes y contenidos monárquicos, cuestión que no entendemos,
mas aun cuando Estados Unidos, siendo el primer productor para el
entretenimiento, y el país con mayor
peso especifico en la conformación de los imaginarios del mundo, el que domina
la pantalla, y se vanagloria de ser un país democrático, construye ese
imaginario y no uno republicano y democrática, en donde los sueños de ser
ciudadanos libres con derechos, sea al arquetipo y no las estructuras de una
nobleza decadente y costosa.
En la era
digital se cuestionan no solo las narrativas sino las realidades de un mundo en
el que no es posible sostener monarquías frente a altos niveles de desempleo y
pobreza como ha sucedido en España con el movimiento de los indignados. Y
además buena parte del mundo se entera de ese cuestionamiento mientras otros
continúan construyendo mundos virtuales de juegos e historias para reforzar la
posibilidad de vivir en un reinado aunque sea a través de una computadora o una
tableta.
Por eso me
gusta cuando al final de la película “Ralph, el demoledor”, aparece el
personaje de Vanellope, una falla (error de programación), y cuando es revelada
como princesa de ese reino, ella se despoja del traje y prefiere ser
presidenta. Sería importante producir películas en donde los personajes
prefieran ser ciudadanos antes que súbditos, y Presidentes antes que Reyes.
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