sábado, 24 de junio de 2017

RECUPERAR EL CONTROL POLÍTICO DE LAS MOVILIZACIONES


Años atrás un “camarada” utilizaba una anécdota para explicar la derrota de la lucha armada. Recuerdo que contaba algo más o menos así: -al principio subían los camaradas con el fusil a la azotea del edificio y los vecinos los acompañaban y hasta hacían cola para disparar, muchos apoyaban y aspiraban a que aquello trajera algún resultado. Lo que sucedía era que se incrementaba la represión. Sin avances poco a poco fue mermando la asistencia, ya los vecinos no subían a la azotea cuando los camaradas lo hacían con el fusil, con el tiempo la gente término por correr a los camaradas y así termino la experiencia.

En las teorías del foco (Regis Debray) y del guerrillero urbano (Carlos Marighella), se hablaba de acciones que impulsaran las luchas en la medida en que provocaban la represión. Un foco prendía una "candelita" y está se extendería por toda “la pradera”. Es decir, al prender cualquier candela se produciría una respuesta represiva indiscriminada que haría que la gente se molestara y se involucrara de alguna manera en las luchas. Un poco como lo que ahora se califica como el “costo de la represión”. Para Marighuella, lo de la "candelita" era algo literal pues decía algo así como que siempre debías cargar una caja de fosforo para utilizarla en cualquier momento.

En los años ochenta y noventa, la UCV sufrió la acción de los “encapuchados de los jueves”. Cuya dinámica adquirió unas características rutinarias: se tomaba un camión o autobús, se prendía o se quemaban unos cauchos en la puerta de “Las Tres Gracias”. Eso provocaría la llegada de la policía, había un enfrentamiento de piedras, disparos y posiblemente avances de la policía hasta hacer llegar las lacrimógenas al recinto y afectar a estudiantes y transeúntes. También secuestraban algún camión de pollos o de otros alimentos que pasaba por ahí, lo llevaban a la “Tierra de nadie” y lo saqueaban repartiendo su contenido entre quienes se acercaran para recibir la “regalía revolucionaria”. Esos enfrentamientos afectaban los estudios, en general la actividad de la universidad y retrasaba a los estudiantes. La comunidad universitaria tomo una iniciativa: convoco a un referéndum en el cual resultaron rechazados los encapuchados por una aplastante mayoría, y allí comenzó su final. El resto de los que aun mantenían los jueves, dejaron los “combates” con el triunfo de Chávez. Algunos se fueron a ocupar cargos en el gobierno.

Las luchas callejeras que se están librando actualmente tienden a terminar en peleas de una vanguardia (“héroes de la Resistencia”);  enfrentando a la represión. Al principio reciben apoyo de los que están requiriendo rebelarse, acompañándolos, dándoles agua, alimentos, etc.; para luego dejar la lucha exclusivamente en sus manos. Los grupos son infiltrados y los servicios de inteligencia van realizando una represión selectiva, hasta debilitarlos totalmente.
No hay en esta gesta o épica de héroes sino unas batallas campales que producen muertos, fotografías, videos, etc. pruebas de las características de un Estado represivo. Son demostraciones de la violencia de Estado, de violación de derechos humanos, y sirven para el llamado de atención de los organismos internacionales.  En tanto y en cuanto no logran derrotar al gobierno represor.

En la medida en que las luchas se convierten en una lucha de vanguardias, en esa medida pierden posibilidades de triunfo; en cambio, la acumulación de fuerza, las demostraciones de apoyo mayoritario y de que el sistema represivo por el contrario es una minoría, se le debilita y deslegitima. Por eso impiden las pruebas de grandes movilizaciones de masas. Se evitan los videos o fotografías aéreas, se prohíben los drones, etc. Y ahora no solo se  evita que la manifestación llegue al sitio hacia el cual dice la convocatoria, sino que se procura disolverlas en los puntos de concentración antes de que se reúnan.  Se actúa de tal manera que no haya ningún elemento que permita medirse, por eso no hay elecciones en sindicatos, ni en consejos comunales, ni en universidades. Se prohíbe cualquier tipo de elección,  porque con ello se demostraría hasta para sus propios seguidores, que ya no los quieren.

La calle ha servido para remover el cuadro político nacional e internacional, pero el riesgo de que todo siga igual está vinculado a que los políticos no retomen el control y amarren a los violentos, disminuyan su perfil y se entienda la importancia de evitar que la violencia sea el atractivo mediático de las movilizaciones. Es necesario deslastrarse de la violencia para recuperar la capacidad de burlarse del gobierno, de ridiculizarlo, de hacerlo temer a esa mayoría que le exige se vaya, ese es el objetivo de la no violencia, de la desobediencia civil, de  las demostraciones de la gigantesca masa de gente pacifista que quiere alcanzar la Paz.


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